jueves, 12 de marzo de 2009



Atardece de nuevo y un día más ciudades diferentes

nos enseñan sucesivos ocasos.

Mañana volveremos a encontrarnos,

pero hoy, ¿cómo hablarte de las horas que vendrán

y otra vez no serán nuestras?


Está tendido el horizonte y la penumbra se despliega.

Dentro de poco llegará el momento

en que todo se detiene y cada cual,

por su cuenta, cierra los ojos y muerde los labios.


Con todo, ¿dejaremos que esto sea algo amargo y terrible,

que el resto pierda su dulzura

como un durazno al caer y pudrirse en el suelo?


Asuntos que el atardecer diluye para así llenar su copa

o abrir una segunda luz, un camino,

capaz de orientarnos hacia la irisación de otra mañana.

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